La poesía vuelve a asomar una y otra vez su rostro de luz transparente. Su voz invariable; pero sus palabras pueden

hablarnos del amor o la guerra, de otros países o del nuestro. Su mirada abarca toda la completa realidad que nos rodea

y todos los laberintos de nuestro mundo interior.

Este libro de Enrique Sáez Ramdohr se interna en los fascinantes territorios de la expresión. El silencio se acumula

en el lírico a la manera de gotas que aguardan caer y de pronto surge la primera palabra, ese primer signo radiante

que separa el lenguaje cotidiano del lenguaje estético.

Es larga y laboriosa la tarea de comunicación. Toda obra no aparece de inmediato perfecta en su menor detalle,

como se dice que surgió Pala Atenea del cerebro paterno. Vacilaciones, indecisiones, zonas en que la frase vacila,

son características de una primera incursión.

Pero sobre todo Enrique Sáez R., revela una sinceridad que arde semejante a brasa y fogata.

Muchos temblores y cataclismos han marcado los signos líricos del mundo actual. Creemos por un momento que

se han marchitado las flores del romanticismo y de súbito un joven vuelve a hablarnos de su amada, vuelve a

condenar la guerra, vuelve a sumergirse en los bosques del recuerdo y la lágrima.

Las hojas que siguen aguardan al lector con el estremecimiento de las imágenes adolescentes, con el destello del

agua que vio reflejarse el rostro de la adorada.

FERNANDO LAMBERG