LA MUJER DESAPARECIDA
La mujer desaparecida se llevó sin quererlo
todas las estrellas de cielo
las más despiertas luciérnagas
los reflejos de plata que conversan con la arena
las humildes luces de las poblaciones
terriblemente pobres altamente pobladas
la vitalidad de los aromos encendidos
de la maravilla que buscan amplios calores
del maduro trigo amarillo del triste Chile.
La mujer desaparecida se fue sin pedirlo
de entre nosotros los mortales que envejecemos
sin más equipaje que la noria de la muerte
sin más hijos que las propias lágrimas
sin otro compañero que el filo del cuchillo
en medio de carcajadas plomas azules verdes
en medio de militares y traidores con sueldo.
No la acompañaron los suyos en su sangre.
No llegó una flor al desconocido entierro.
Ni al propio cristo notificaron los bandoleros.
El pueblo que todavía existe no sabe de esta madre.
¿Qué explicación puede darse a todo esto?
¿Por qué la valentía de los soldados es tan cobarde?
¿Se puede justificar en nombre de la patria
la tortura la violación múltiple el degüello
de una joven de veinte años?
¿Hasta cuándo esperar una gota de justicia?
¿Cuándo la desconocida verdad aparecerá
en algún lado sin mentirnos de nuevo?
¿Cuál será el cuento de los gobernantes
escrito entre gallos y medianoche
que diga que nadie tiene culpa alguna
y que todo es asunto de la historia?
La mujer desaparecida mira desde lo alto
desde la constelación de la sangre y del olvido
adolorida aún siempre silenciosa
sin acudir al socorrido milagro
sabiendo que no es la única
que su largo anonimato es compartido.
Por amigaos quizá por desconocidos
lejos es verdad del mundanal ruido
donde fundamentamos sin ningún éxito
lo que no tiene nombre.
Enrique Sáez Ramdohr
2003